ROSQUILLA, UN PERRO
Érase un perro
negro, con las orejas caídas y pelo muy abundante, de carácter tranquilo y un
ojo de cada color - uno de ellos dentro de una mancha blanca, como una máscara -.
Lo llamaban Rosquilla y era muy conocido en estos pueblos de montaña.
El perro corría por
los valles nevados, paseaba por la nieve sin desfallecer.
La libertad lo había
convertido en un osado can. A nadie molestaba, ni nadie lo molestaba. Solía
vagabundear durante días enteros por caminos, bosques, prados, pendientes y
laderas llenos de nieve hasta que, un día, sucedió que, accidentalmente, se
cayó a una cueva que resultó ser una oquedad donde protegidos del frío se
encontró a cuatros lobeznos. Rosquilla no lo dudo, todo el invierno se ocupó de
ellos: alimentados -a resguardo del frío y del hielo y de otros animales-. Los
primeros copos de nieve, las primeras huellas, el primer salto al aire, el
primer mordisco a la nieve, todo esto Rosquilla y los cachorros de lobo lo
vivieron juntos y, cuando el mundo parecía irrompible, las cosas empezaron a
cambiar -Rosquilla se percató de ello- la primavera abría lindes, senderos...la
nieve fue desapareciendo. Y Rosquilla supo que había llegado el momento: o se
iban ellos o se iba él.
Sin avisar lo hizo:
Llevaba apenas cinco mil metros recorridos, a punto de girar sobre el lado sur
del valle, cuando los vio -el olfato los guiaba- llegarían antes del mediodía.
Sólo un quejido
sordo y una lágrima pero Rosquilla sabía que hay mundos donde los lobos están
con los lobos, los perros con los perros y los humanos con los humanos. Sólo
que él… hasta que un ladrido de perro travieso saltó sobre su sombra.
-Perro tonto
-protestó Rosquilla.
Nunca los habitantes
de las montañas volvieron a ver al perro vagabundo.
(AUTORÍA
2ºESO B.Curso 2012-13)
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